El cumplimiento de la disciplina en el deporte ayudara al deportista a conseguir los objetivos de forma más eficiente. Es decir, podrá llegar a la consecución de los objetivos.
Años atrás en mi interés por el deporte y mi afición por el agua, me dispuse tomar clases de natación donde una de las cosas que más me demandaban era la disciplina y la responsabilidad.
Ya que como deportista al igual que mi entrenador teníamos el objetivo común de conseguir ciertas metas. Al tener los mismos objetivos la “responsabilidad y la disciplina” de cada uno de nosotros hacia que actuáramos en consecuencia.
Mi entrenador implementaba prácticas convenientes para determinados días donde se nos aconsejaba no comer en exceso antes de cada práctica, el no descansar adecuadamente causaba déficit a la hora del entrenamiento… En su conocimiento y experiencia sabia lo que era necesario para mi como alumno, de manera que pudiera desarrollar habilidades físicas y destreza en este deporte y pudiera salir beneficiado sin sufrir ningún tipo de lesión o problema.
¿Pero que pasaría si no me sometía a dichas normas? ¿Podría obtener buenos resultados a la hora del entrenamiento o en algún campeonato?
Por supuesto que no, ya que mí condición física no seria la misma de aquel que se somete a una buena disciplina sin romper los límites, de hecho recuerdo que un día me desvele y comí minutos antes de la practica, casi me moría porque me dio una inmensa fatiga que ni hablar, no rendí en la practica y por supuesto tuve que llamar de inmediato a mis papás para que pasaran por mí.
En este post veremos cómo la disciplina es de gran importancia para un rendimiento óptimo tanto en el deporte como en el crecimiento espiritual.
Comparto este pequeño testimonio y quiero llevarlo a una reflexión que tuve en mí vida acerca de la disciplina y los límites que como creyentes debemos poseer en todo asunto de fe y practica, ya que para crecer como fieles seguidores de Cristo es importante formar buenos hábitos que nos ayuden en nuestra vida devocional.
Como el ejercicio físico fortalece el cuerpo, hay disciplinas y limites que nos ayudaran a crecer a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
1.- Reconozca su dependencia de Dios.
Todo creyente debe desesperadamente ser lo suficientemente humilde para reconocer su dependencia de Dios y llevar a cabo su propósito. El orgullo y la autosuficiencia siempre será una mala herramienta que nos conducirá prontamente al fracaso. Nunca seremos lo suficientemente capaces de llegar al final de la meta cristiana sin la intervención del poder de Dios en nuestra vida.
Recuerde: “Porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención” (Filipenses 2:13).
2.- Crezca en santidad personal.
Timoteo, a pesar de su juventud, pudo ser un pastor fiel al ser ejemplo de piedad y santidad personal. El siguió el consejo de Pablo:
“Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4: 12).
La santificación personal comienza en el momento de nuestra salvación. Pero progresa cuando el creyente llega a comprender su posición en Cristo y la obra del Señor en nuestra vida, un creyente que busca la santidad, tendrá mayores posibilidades de influenciar en la vida de los demás para la honra de Dios.
Perseverar en la santidad es más que simplemente no hacer lo que está prohibido por la Biblia. Tenemos que hacer lo que es agradable al Señor, lo que siempre le glorifica (1 Corintios 10: 31; 2 Corintios 5: 9)
Crecemos en santificación personal por diversos medios. Estos incluyen el estudio bíblico, la memorización de las Escrituras y la oración.
3.- Dedique tiempo en el estudio de las Escrituras y ore.
Uno de los medios más eficaces para crecer en nuestra vida cristiana es la disciplina de un tiempo diario personal con Dios, como cualquier medio de crecimiento para el cristiano, exige esfuerzo. Esto nos impulsara a la autoevaluación y la confesión de algún pecado que el Espíritu traiga a nuestra mente. La meditación en las Escrituras nos impulsa a conocer el carácter de Dios, sus atributos, sus demandas y mis deberes como creyente, recuerde que Dios nos habla por medio de Su Palabra viva, nos enseña, nos reprende, nos corregir y nos entrena (Hebreos 4:12; 2 Timoteo 3:16). Por otro lado dedique tiempo en oración a Dios, buscando su sabiduría y dirección e interceda por las necesidades de los demás. R.C Sproul en su libro ¿Puede la oración cambiar las cosas? dijo: “Alguien podría orar y no ser cristiano, pero no se puede ser cristiano y no orar, la oración es al cristiano lo que la respiración es a la vida, y no obstante no hay un deber del cristiano que este mas descuidado”. Disponga tiempo para ofrecer alabanza y adoración en honor a Dios por lo que Él es y lo que ha hecho. El tiempo a solas con Dios debe ser el inicio de cada día donde nuestra vida se concentre en darle todo el honor, esta disciplina es no es una opción para el cristiano; es una exigencia.
Todo lo que Dios ordena y hace posible en nuestra vida es y siempre será para su honor y en segundo lugar para nuestro bienestar. Aplicamos esta disciplina a nuestra vida porque Dios lo ordena, porque eso lo glorifica, y porque nos beneficia.
Hoy por hoy muchos de los atletas han podido alcanzar grandes logros en su vida, condicionándose a si mismo al cumplimiento de las disciplinas.
Nuestra vida cristiana debe estar de la mano de límites y disciplinas, de lo contrario estaremos a pocos pasos de una pronta caída, volviéndonos perezosos e indiferentes respecto a la voluntad de Dios despertando nuestro gran deseo para satisfacer a nuestra carne la cual cada día se resiste al Espíritu.
“Sin disciplina no hay crecimiento muscular y mucho menos espiritual.”
Una verdad bíblica expresada por el sabio Salomón en uno de sus proverbios “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda” (Proverbios 25:28)
Aceptar las disciplinas de Dios nos conducirá a una vida espiritual saludable, condicionándonos a caminar firmes en esta carrera de vida.
“Pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3)
Termino con esta cita: “La gracia me ayuda a no sentirme aplastado por el peso de la santidad de Dios cuando peco, sobre todo después de haber creído y después de tener la iluminación de su Espíritu. De manera que yo necesito una dosis importante de gracia para caminar saludablemente; pero necesito una dosis igualmente importante de la ley para caminar santamente” Ptr. Miguel Nuñez.